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domingo, 8 de marzo de 2020

1939. INFORMES 7. Explotació Comercial i Serveis Públics
[Se ha traducido al Castellano este Informe. Hemos podido incurrir en pequeños errores] 

Las casas comerciales estuvieron sujetas a las citadas leyes de colectivización y control obrero [ver “Informe. 6. propietat industrial”] pero muchas, pequeñas, quedaron simplemente en ese “control”. Hablamos de tejidos, objetos de lujo, etc., o sea lo que se dice “paquetería” en el Sur de España. En este ramo la colectivización de los pequeños no existió, siendo casi el único caso pues en todo lo demás, pequeño, sí existió.

La mayor parte de las casas comerciales fueron tirando, con mayor o menor intensidad del “control”: desde los que siguieron siendo amos hasta los que fueron expulsados. En los primeros tiempos, para el comercio fue una edad de oro, pues los ingresos de mucha gente, junto con los menores gastos (menos alquiler), hicieron que el negocio fuese bien. A partir del principio de 1937 eso fue disminuyendo hasta que al principio de 1938 hubo ya una escasez casi absoluta de toda clase de géneros, parte por falta verdadera, parte por ocultación de una u otra manera.
En todo el último año se puede decir que no había ningún artículo y en las tiendas no se hacía absolutamente nada. La militarización hizo que quedasen casi sin personal y algunas cerraron. No obstante, en general mientras hubo fondos, se pagó a todo el mundo. Los precios eran fabulosos. Muchas casas pudieron pagar al personal con una salida mínima de género.

En los pueblos pasó por el estilo. En Ciudad Real y Jaen fue frecuente la colectivización; en otros sitios, no.

El comercio clandestino adquirió una fuerza casí exclusiva: el intercambio de productos alimenticios era la única forma de ceder otros géneros: productos como jabón, petróleo, etc. eran también desconocidos. Los traficantes iban por los pueblos para adquirir alimentos por las casas a cambio de  esos productos; después los pasaban a domicilio.

Servicios públicos

Los servicios eléctricos funcionaron normalmente hasta Abril de 1938. Entonces la ocupación de las centrales eléctricas hidráulicas les dio un golpe mortal. Se pusieron en marcha las térmicas consumiéndose cantidades fabulosas de carbón extranjero, pero después la producción eléctrica fue disminuyendo incesantemente hasta ser muy pequeña. En cuanto a la luz, casi todos los pueblos quedaron sin, salvo pocos ratos o en la madrugada, excepto si el pueblo tenía central autónoma. En Barcelona dependía del barrio: en general, en todos sitios, casi todas las horas propias para la luz, la luz estaba cerrada. Y solo en algún barrio -como el más céntrico- la luz no faltó nunca. Gran parte de la población no pudo utilizar casi nunca la luz.

Respecto a la “fuerza”.  Se dedicaron a reservar la fuerza para las industrias de guerra y se prohibió el funcionamiento de motores fuera de ellas con órdenes cada vez más rigurosas y que al fin fueron efectivas. Aun así no se podía mantener toda la red y las industrias de guerra más precisas al final estaban de 6 a 8 horas sin “fuerza”. Ya en verano era corriente en esas industrias los “parones” de 3 ó 4 horas.

El gas perdió la normalidad hacia el final de 1937 por falta de carbón, o, mejor dicho, por utilizarlo para otros fines. Se producía poquísimo, y solo a algunas horas. En estas horas solo algunos abonados en buena situación en la red lo podían utilizar.

Como a partir del fin de 1937 no había carbón en absoluto, las dificultades para el fuego eran grandes; era vendida leña de baja calidad a precios fabulosos que era empleada para cocer la escasísima comida. Esta leña era robada en los bosques de las cercanías que quedaron pelados del todo.

El agua se mantuvo bien hasta Abril del 38. Desde entonces fue bastante mal por falta de fuerza. No obstante fueron faltas transitorias y locales. El agua de Montcada, en las fuentes, no falló nunca.

El teléfono funcionó normalmente. El interurbano con la limitación impuesta por la guerra. Se pudo conferenciar siempre.

La limpieza también se efectuó siempre más o menos bien.

La conducción de cadáveres y los entierros fueron normales hasta Julio de 1938, absorbiendo incluso las enormes masas del bombardeo. A partir de esa fecha, el transporte era en grupos, en furgones, y los entierros se retrasaron hasta cinco días, teniendo que aportar alimentos a los enterradores. En los cementerios, aparte de actos aislados, no se destruyó nada.

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