[Se ha traducido al Castellano este Informe. Hemos podido incurrir en pequeños errores]
Las casas
comerciales estuvieron sujetas a las citadas leyes de colectivización y control
obrero [ver “Informe. 6. propietat industrial”] pero muchas, pequeñas, quedaron
simplemente en ese “control”. Hablamos de tejidos, objetos de lujo, etc., o sea
lo que se dice “paquetería” en el Sur de España. En este ramo la
colectivización de los pequeños no existió, siendo casi el único caso pues en
todo lo demás, pequeño, sí existió.
La mayor
parte de las casas comerciales fueron tirando, con mayor o menor intensidad del
“control”: desde los que siguieron siendo amos hasta los que fueron expulsados.
En los primeros tiempos, para el comercio fue una edad de oro, pues los
ingresos de mucha gente, junto con los menores gastos (menos alquiler),
hicieron que el negocio fuese bien. A partir del principio de 1937 eso fue
disminuyendo hasta que al principio de 1938 hubo ya una escasez casi absoluta de
toda clase de géneros, parte por falta verdadera, parte por ocultación de una u
otra manera.
En todo el
último año se puede decir que no había ningún artículo y en las tiendas no se
hacía absolutamente nada. La militarización hizo que quedasen casi sin personal
y algunas cerraron. No obstante, en general mientras hubo fondos, se pagó a todo el mundo.
Los precios eran fabulosos. Muchas casas pudieron pagar al personal con una
salida mínima de género.
En los
pueblos pasó por el estilo. En Ciudad Real y Jaen fue frecuente la
colectivización; en otros sitios, no.
El comercio
clandestino adquirió una fuerza casí exclusiva: el intercambio de productos
alimenticios era la única forma de ceder otros géneros: productos como jabón,
petróleo, etc. eran también desconocidos. Los traficantes iban por los pueblos
para adquirir alimentos por las casas a cambio de esos productos; después los pasaban a
domicilio.
Servicios
públicos
Los
servicios eléctricos funcionaron normalmente hasta Abril de 1938. Entonces la
ocupación de las centrales eléctricas hidráulicas les dio un golpe mortal. Se
pusieron en marcha las térmicas consumiéndose cantidades fabulosas de carbón
extranjero, pero después la producción eléctrica fue disminuyendo
incesantemente hasta ser muy pequeña. En cuanto a la luz, casi todos los
pueblos quedaron sin, salvo pocos ratos o en la madrugada, excepto si el pueblo
tenía central autónoma. En Barcelona dependía del barrio: en general, en todos
sitios, casi todas las horas propias para la luz, la luz estaba cerrada. Y solo
en algún barrio -como el más céntrico- la luz no faltó nunca. Gran parte de la
población no pudo utilizar casi nunca la luz.
Respecto a
la “fuerza”. Se dedicaron a reservar la
fuerza para las industrias de guerra y se prohibió el funcionamiento de motores
fuera de ellas con órdenes cada vez más rigurosas y que al fin fueron
efectivas. Aun así no se podía mantener toda la red y las industrias de guerra
más precisas al final estaban de 6 a 8 horas sin “fuerza”. Ya en verano era
corriente en esas industrias los “parones” de 3 ó 4 horas.
El gas
perdió la normalidad hacia el final de 1937 por falta de carbón, o, mejor
dicho, por utilizarlo para otros fines. Se producía poquísimo, y solo a algunas
horas. En estas horas solo algunos abonados en buena situación en la red lo
podían utilizar.
Como a
partir del fin de 1937 no había carbón en absoluto, las dificultades para el
fuego eran grandes; era vendida leña de baja calidad a precios fabulosos que
era empleada para cocer la escasísima comida. Esta leña era robada en los
bosques de las cercanías que quedaron pelados del todo.
El agua se
mantuvo bien hasta Abril del 38. Desde entonces fue bastante mal por falta de
fuerza. No obstante fueron faltas transitorias y locales. El agua de Montcada,
en las fuentes, no falló nunca.
El teléfono
funcionó normalmente. El interurbano con la limitación impuesta por la guerra.
Se pudo conferenciar siempre.
La limpieza
también se efectuó siempre más o menos bien.
La conducción
de cadáveres y los entierros fueron normales hasta Julio de 1938, absorbiendo
incluso las enormes masas del bombardeo. A partir de esa fecha, el transporte
era en grupos, en furgones, y los entierros se retrasaron hasta cinco días,
teniendo que aportar alimentos a los enterradores. En los cementerios, aparte
de actos aislados, no se destruyó nada.